martes, 17 de mayo de 2011

El Espacio, la Ciudad y el Cuerpo desde una mirada estética

La pregunta por el espacio.
Ensayo de delimitación desde la fenomenología y la teoría de la arquitectura
Carlos Eduardo Sanabria*
¿Cambia el espacio y nuestra experiencia del mismo cuando alguien deja la habitación? Cuando alguien parte de casa, las paredes del hogar o bien nos oprimen con su silencio, o bien se nos alejan y sentimos lo propio como ajeno; el umbral de la puerta trastoca sus tránsitos y, al llegar, sentimos la soledad y, al salir, nos encerramos en nosotros mismos; las cosas se extrañan y piden o evocan otras manos, otras presencias, otras personas que ya no están. El espacio, al parecer, entonces se modifica con el paso de la gente, con sus cercanías y sus ausencias, sus saludos, sus abrazos, de manera que no es una mera sustancia universal y extensa. De manera similar, cuando dentro de la textura cotidiana de los espacios familiares no encontramos una cosa en el lugar habitual y, por ejemplo, no encontramos las gafas o las llaves en sus “puestos”, agitamos las manos, rebuscamos en los bolsillos, trastocamos afanadamente lo cercano tratando de traer al círculo de lo familiar lo perdido. Estas situaciones ordinarias, cotidianas, habituales, quizá nos dicen algo acerca del espacio, que sobrepasa su reducción o normalización a la mera representación matemática o geométrica. Quizá nos acercamos a lo que sea el espacio, de una manera más originaria y previa a esa representación, si nos abrimos a él en tanto que experiencia, acción, despliegue del motivo humano.
Ahora bien, ¿cuál es la pertinencia o, al menos, la necesidad, y de dónde viene ésta, para plantear hoy la pregunta por el espacio? Y, lo que es aun más difícil, ¿cómo plantear de manera renovada la pregunta por el espacio, si no es que ya está planteada? ¿la larga tradición de pensamiento que ha planteado tal pregunta, que se puede remontar hasta el pensamiento pre–socrático, no hace ya, al parecer, prescindible el re–planteamiento de la misma pregunta? En la fenomenología hay un recurso, cuando se está tratando de hacer comparecer algo para indagar por su modo de ser, que abre una vía de acceso y comprensión a este ser; consiste en preguntar inmediatamente a la cosa misma de que se trata y, si esta vía se ve obstaculizada, buscar algún camino que permita un acceso destacado a la cosa misma. Muchas veces este camino es el que indica el lenguaje o alguna forma destacada del lenguaje como, por ejemplo, el arte y la poesía. En este sentido, propongo que, antes de intentar hacer aparentes la necesidad y algunos límites de la pregunta por el espacio, atendamos a la manera en que éste se da en algunas formas destacadas del lenguaje. En la ponencia, propongo indicar algunas delimitaciones y posibilidades de cuestionamiento del asunto del espacio, visitando algunas reflexiones propuestas por el arquitecto y teórico de la arquitectura Christian Norberg–Schulz, particularmente en su análisis de la pérdida del lugar, en Genius Loci. Ahora bien, esta lectura exigirá detenerse en un par de pilares de su pensamiento, esto es, en el pensamiento de Martin Heidegger y de Otto Bollnow.

*Graduado de la Carrera de Filosofía, de la Universidad Nacional de Colombia; candidato al título de Magíster en Filosofía, de esta misma universidad; candidato al título de Magíster en Estética e Historia del Arte, de la Universidad Jorge Tadeo Lozano; profesor asociado e investigador del Departamento de Humanidades, de la Universidad Jorge Tadeo Lozano (UJTL).


Las condiciones sensibles de la ciudad como
escenario trágico
Manuel Bernardo Rojas López*
Clément Rosset ha planteado desde hace algunos años, la necesidad de pensar una filosofía trágica, como un horizonte en el cual se pueda salir de las trampas tendidas por el pensamiento occidental, su visión dicotómica del mundo, y sobre todo, el confinamiento estético, que acota el horizonte de la vivencia al privilegio de la vista y el oído. Ahora bien, el encuentro con lo trágico, es una recurrencia de la vivencia griega, en donde entre el destino y la necesidad, se configuran vivencias disolventes del individuo que trata de salir incólume en su lucha inútil frente a un todo que le sobrepasa. Una de esas recurrencias más importantes, está justamente en el Romanticismo, quien hace del héroe trágico un ser que se enfrenta a la disolución desde una vivencia hiperestésica: una exacerbación de lo sensible, que vindica así, un ajuste anímico capaz de enfrentar un todo inexpugnable. Heredero de esta visión trágica es Nietzsche, quien en sus fragmentos póstumos valora lo que Klosowski llamón una semiótica pulsional; pero también de esta dimensión trágica son ciertas manifestaciones artísticas y literarias que en la urbe moderna, reinterpretan la hiperestesia romántica, como fundamento de su hacer trágico, y en donde encontramos una de las claves para entender la importancia contemporánea de una estética expandida.

*Profesor Asistente del Departamento de Estudios Filosóficos y Culturales, de la Universidad Nacional de Colombia -Medellín-. Y Coordinador del Grupo de Estudios Estéticos de la misma Universidad. Historiador de la Universidad Nacional de Colombia –Medellín; Especialista en Semiótica y Hermenéutica del Arte y Magíster en Estética de la Universidad Nacional de Colombia -Medellín-; Doctor por la Universidad Autónoma de Madrid en el programa "Problemas del pensar filosófico".

Cuerpos ideales y obras expresivas: sobre la relación entre belleza humana y belleza artística en la estética de Kant
Daniel Jerónimo Tobón Giraldo*
Es notable la cantidad de metáforas corporales que penetran nuestro discurso, tanto cotidiano como filosófico.  La experiencia del cuerpo parece ofrecer formas de comprender otras experiencias, abstractas o concretas, y esto se ve reflejado en nuestro vocabulario y en nuestras formas de pensar acerca de los más variados temas.
A partir de la teoría interactiva de la metáfora, aquí nos preguntamos si es posible encontrar una relación de este tipo entre la  experiencia del cuerpo y la estructura del concepto de obra de arte, o, para ponerlo en otros términos, ver hasta qué punto se puede desarrollar la intuición de que el cuerpo ofrece la metáfora (o el modelo) a partir del cual  se comprende la obra de arte.
La Crítica del Juicio, de Kant, ofrece una ocasión ideal para poner en juego esta hipótesis. Pues en este texto el tratamiento de la belleza humana, tal como se desarrolla en el concepto de ideal de lo bello, anticipa y da la clave de la reflexión que Kant va a desarrollar más tarde respecto a la naturaleza de la obra de arte y el lugar de la belleza artística. Esta interpretación, además, permitiría reconocerle al concepto de expresión un papel mucho más importante que el que le ha sido otorgado generalmente.

*Magíster en Filosofía y docente del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia. Ha publicado artículos sobre estética contemporánea e historia de la estética en Colombia. Actualmente su trabajo se concentra en la teoría de las emociones artísticas.

El cuerpo como interfaz
Mauricio Vásquez Arias*
El acelerado proceso de transformación de las técnicas de producción primero de imágenes y luego de experiencia, ha modificado sustancialmente las actividades de producción de sentido asociadas a estas técnicas (comunicación, arte y diseño, fundamentalmente), tanto como los valores y mediaciones que se establecieron entre los sujetos de experiencia estética y los productos culturales dispuestos para su recepción.

De este modo, en algo más de un siglo hemos pasado de formas de visualidad cuyo “efecto” estético se configuró a partir de un valor pretendidamente universal como la representación, para dar paso sucesivo y vertiginoso a un conglomerado de modalidades de relación estética, esto es, de modos diversos de afectar y ser afectados, que pasan por la presentación propia de expresiones como el objetualismo, a la provocación propia del happening y algunas modalidades de guerrilla de la comunicación, para dar lugar a la participación –propia de diversas prácticas de arte público y trabajos colaborativos que van desde el diseño de software hasta el trabajo de producción de contenidos favorecidos por herramientas del tipo web 2.0–, hasta llegar a la interacción, condición básica de arte digital y la producción multimedia, dando lugar finalmente a modalidades diversas de lo que se conoce como inmersión, esto es, el tipo de experiencia favorecida por diversos tipos de entornos virtuales y de lo que se conoce como “realidad virtual”, formas de producción que hicieron parte de los relatos de ciencia ficción y que hoy han realizado los nuevos desarrollos de dispositivos y plataformas de interacción hombre-máquina (HCI).

*Licenciado en Filosofía y Letras, Especialista en Estética, Magister en Educación y Desarrollo Humano. Profesor asistente, programa de Comunicación social. Coordinador del Énfasis en Cibermedios y del Medialab. Universidad EAFIT. Medellín


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